LA SEQUÍA DE 1916

En 1916 San Francisco del Monte de Oro sufrió una de las peores sequías de las que se tiene registro. Ya a principios de dicho año, los informes daban cuenta de la pérdida de las sementeras de maíz y las cosechas de frutales. Faltó el agua para beber, teniendo que acudir la población a las vertientes que quedaban fuera del pueblo. 

En febrero ya se habían perdido todos los cultivos y los pozos de agua se estaban secando. Algunas precipitaciones trajeron alivio, pero no fueron suficientes para las pasturas, de cara al invierno. Juan W. Gez sostenía en una carta que “el mal no desaparecerá hasta que no se resuelva el problema de los grandes embalses, haciéndose una serie de diques (…)”. 

Para septiembre la sequía era intensa, lo cual se acentuó en octubre, tornándose desesperante en noviembre. En un informe para "La Nación", la Srta. Rosenda Quiroga relataba lo siguiente: “La sequía se prolonga, apareciendo la tierra como carbonizada. El agua para beber se ha agotado totalmente y las gentes tienen que ir a buscarla a grandes distancias”. 

Sección de una noticia de La Reforma 

En diciembre la sequía fue inclemente. En el diario “La Reforma” se cuestionó la falta de obras de irrigación que paliaran sus efectos. Pero los recursos eran escasos. Con ese panorama desolador terminaba un año que quedó en la memoria colectiva como nefasto. Así lo reflejaba tiempo después de la calamidad, la reconocida cronista del diario “La Prensa”, Ada María Elflein: 

<<… Cuando la ruina fue completa, comenzó a llover. Hoy las estancias se repueblan lentamente, las quintas se reponen y algún maizal o alfalfar luce su verdor vivo entre dos isletas de monte. La vida ha vuelto a despertar. Pero la gente no habla del año 1916. Dice, “el año de la seca” …>>

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