DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO EN SAN FRANCISCO DEL MONTE DE ORO (San Luis)

En 1826, Domingo Faustino Sarmiento, con 15 años de edad, residió en la actual localidad de San Francisco del Monte de Oro, provincia de San Luis. En el siguiente fragmento de su libro autobiográfico “Recuerdos de Provincia” (escrito en 1850), el insigne sanjuanino relata algunas de sus vivencias y las tareas que desempeñó junto a su tío y mentor, presbítero José de Oro, en dicho lugar.
 
Antiguo rancho de adobe y paja donde dio clases Sarmiento en San Francisco
Primera Escuela de Sarmiento
Declarada Monumento Histórico Nacional
en 1941 (Foto de José La Vía).

“Después de la batalla de las Leñas, en que los suyos fueron vencidos, don José de Oro emigró a San Luis, y fui yo a poco a reunírmele, abandonando la carrera de ingeniero que había principiado. Nos queríamos como padre e hijo, y yo quise seguirlo, y mi madre por gratitud lo aprobaba. Algunos rastros han debido quedar en San Francisco del Monte de nuestra residencia allí. Introdujimos flores y legumbres que nosotros cultivábamos pasando horas enteras en derredor de un alhelí sencillo, el primero que nos nació. Fundamos una escuela, a que asistían dos niñitos Camargos, de edad de veintidós y veintitrés años, y a otro discípulo fue preciso sacarlo de la escuela, porque se había obstinado en casarse con una muchacha lindísima y blanca, a quien yo enseñaba el deletreo. El maestro era yo, el menor de todos, pues tenía quince años; pero hacía dos por lo menos que era hombre por la formación del carácter, y ¡ay de aquel que hubiese osado salirse de los términos de discípulo a maestro a pretexto de que tenía unos puños como perro de presa! La capilla estaba sola en medio del campo, como acontece en las campañas de Córdoba y San Luis. Yo tracé, pues que tenía unos tres meses de ingeniero, el plano de una villa, cuya plaza hicimos triangular para darnos buena maña con la escasa tela; delineóse una calle, en cuyo costado trabajó un señor Maximiliano Gatica, si no me olvido, demolimos el frente de la iglesia que había pulverizado un rayo, y construimos un primer piso de una torre y coro, compuesto de pilares robustos de algarrobos, coronado de un garabato natural, encontrado en los bosques, que describía tres curvas, la del centro más elevada que las otras, en la cual tallé yo en grandes letras de molde esta inscripción: San Francisco del Monte de Oro, 1826 . ¡Por qué rara combinación de circunstancias mi primer paso en la vida era levantar una escuela y trazar una población, los mismos conatos que revelan hoy mis escritos sobre Educación popular y colonias! 

Obra de Juan Pelaez que ilustra la presencia de Sarmiento en San Francisco y que figura en el billete de 50 pesos
"Primera clase de Sarmiento". Obra de Juan Peláez
(figura en el billete de 50 pesos)

Vagaba yo por las tardes, a la hora de traer leña, por los vecinos bosques, seguía el curso de un arroyo trepando por las piedras; internábame en las soledades prestando el oído a los ecos de la selva, al ruido de las palmas, al chirrido de las víboras, al canto de las aves, hasta llegar a alguna cabaña de paisanos, donde conociéndome todos por el discípulo del cura y el maestro de la escuelita del lugar, me prodigaban mil atenciones, regresando al anochecer a nuestra solitaria capilla, cargado con mi hacecillo de leña, algunos quesos o huevos de avestruz con que me habían obsequiado estas buenas gentes. Aquellas correrías solitarias, aquella vida selvática en medio de gentes agrestes, ligándose, sin embargo, a la cultura del espíritu por las pláticas y lecciones de mi maestro mientras que mi físico se desenvolvía al aire libre, en presencia de la naturaleza triste de aquellos lugares, han dejado una profunda impresión en mi espíritu, volviéndome de continuo el recuerdo de las fisonomías de las personas, del aspecto de los campos, aun hasta el olor de la vegetación de aquellas palmas en abanico, y del árbol peje tan vistoso y tan aromático. Por las tardes, vuelto a casa, oía en la cocina cuentos de brujos a una Ña Picho, y volvía más tarde al lado de mi tío a promover conversación sobre lo pasado, a leer un libro juntos y preparar las lecciones del día siguiente. Una mañana aparecióse uno de mis deudos que venía a llevarme a San Juan, para mandarme de cuenta del gobierno a educar a Buenos Aires. Dejóme optar libremente mi tío, y escribí a mi madre la carta más indignada y más llena de sentimiento que haya salido de pluma de niño de quince años. ¡Todo lo que en ella decía era, sin embargo, un puro disparate! Vino a poco por mí mi padre, y entonces no había que replicar. Nos separamos tristes sin decirnos nada, estrechándome él la mano y volviendo los ojos para que no lo viera llorar”.

Domingo Faustino Sarmiento

La histórica escuela de San Francisco del Monte de Oro (foto de 2020).


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