Escritos de ROSENDA QUIROGA

Si bien la distinguida maestra no compiló sus innumerables textos en una obra bibliográfica, estos se pueden rescatar de revistas, semanarios y demás publicaciones como las que se muestran a continuación.

Escritorio del Museo Rosenda Quiroga ("Casa de la Cultura").

El siguiente es un texto que la autora escribió en 1910 con motivo del Centenario de la Revolución de Mayo. Posiblemente haya pronunciado el discurso en los actos conmemorativos (extraído del libro "Rosenda Quiroga, su vida - su obra").
¡Feliz centenario, patria mía! 
La República Argentina se destaca en el concierto de las naciones civilizadas y en América, ocupa el primer rango. Cien años en la vida de los pueblos es apenas salir de la infancia y sin embargo nuestra patria, cual si hubiera llegado a la plenitud de su edad exhibe un adelanto asombroso.

¡Qué diferencia sorprendente desde aquella época en que al decir del poeta “alzaba por bandera sus pañales”, a esta fecha en que con la soberana arrogancia que le da la plena posesión de su destino, marcha triunfalmente hasta llegar al pináculo de la grandeza!

Inmensa como el pabellón de su cielo, ofrece su tierra próspera a todas las razas del mundo, para que depositen en ella sus energías y sus afectos y surja a la par que el progreso el tipo perfecto del ciudadano de la democracia argentina- pues está· demostrado que la heterogeneidad de razas con sus religiones, lenguas, tendencias, etc., son asimiladas en nuestro suelo y bajo la misma bandera se fusionan para formar la vigorosa nacionalidad argentina que llena de elevados ideales ha de trasmitir su herencia a las generaciones venideras.

Más, cuántos desgarramientos, dolores y angustias ha tenido que soporta para obtener la palma del triunfo. Su independencia, obra forjada con vidas y sangre de valientes, forma la portada de su luminosa historia. Su organización política, objeto de terribles divisiones y choques dio por fin la fórmula que convenía a un país de aspiraciones libres y elevadas. Un abismo sombrío se interpone en su carrera ascendente, la tiranía. Cierra los ojos con dolor en esa negra noche, para abrirlos a la luz de la resurrección de la libertad. Desde esta fecha entra en una nueva etapa y como si la providencia arrepentida de haberla sometido a una prueba tan dura, extiende sobre ella su manto protector, señalándole hacia todos los rumbos, los senderos del acierto y del progreso.

Joven, rica, hermosa, civilizada, grande, fuerte, ¿Qué más, para brillar como astro de primera magnitud de la constelación de las soberanías del orbe?, favorecida como la anhelo Alberdi, rica como la soñó Rivadavia, libre como la quiso San Martín, civilizada como la ansió Sarmiento, bella como la cantaron sus poetas, llega a su primer centenario exhibiendo la realización feliz de aquellos ensueños.

¡Oh gloriosa libertad, guardad este elevado camino de la nación argentina para que con la soberana majestad de su grandeza, envuelta en el celeste pabellón, aureolada con los resplandores del sol de mayo y al son de las marciales notas del Himno Nacional, ponga su pie en los portales de luz del segundo siglo de existencia y avance venturosa hacia el porvenir!

¡Genios tutelares de la Patria Argentina, asomaos a los balcones de la inmortalidad a presenciar el desfile de sus triunfos y grandezas! Instituciones libres, paz, educación, industrias, comercio, vías de comunicación, relaciones internacionales, inmigración, ciencias y artes, ejercito y armada, manifestaciones todas del progreso, unid vuestras voces con la de seis millones de argentino, formad un coro colosal al que yo uniré mi humilde voz para exclamar: ¡Feliz Centenario, Patria Mía!

El 22 de marzo de 1913 el semanario Caras y Caretas publicó un deleitante artículo escrito por Rosenda Quiroga y acompañado de valiosas imágenes. En el mismo, la docente describía con exquisitas apreciaciones a su amado pueblo y esbozaba una particular síntesis histórica. 
 “El pueblo que fundó Sarmiento” 
Distante más de veinte leguas de la capital de San Luis, hacia el norte, entre pintorescas serranías, se encuentra este hermoso valle denominado San Francisco del Monte de Oro, muy popular ya y conocido en todo el país por su tradición y por los sucesos que se desarrollaron en él con motivo de la celebración del centenario de Sarmiento y la colocación de la piedra fundamental de la escuela modelo que llevará su nombre. 
Fue en este lugar donde el gran educador, a la vez que echó los cimientos de una población, fundó su primera escuela. Este hecho, sencillo y trascendental a la vez, en las iniciaciones de su vida, le hace exclamar en sus inmortales <<Recuerdos de Provincia>>: ¡Por qué rara combinación de circunstancias mi primer paso en la vida era levantar una escuela y trazar una población, los mismos conatos que revelan hoy mis escritos sobre educación y colonias! 
Desde allí comienza la vida de San Francisco como centro de población, de marcha lenta como todo pueblo distante de otros de mayor importancia y sin vías de rápidas de comunicación. Al encender aquí su tea, el gran Sarmiento no parece sino que hubiera dejado una chispa del fuego sagrado cuyas vestales jamás dejaron extinguir. Y al hablar así, me refiero a la predilección que este pueblo siente por la educación, a la que corresponden las especiales dotes de sus hijos.

Contrasta con la pequeñez del lugar la talla de los hombres intelectuales que de él han salido. En el gobierno, en el parlamento, en el foro, en la cátedra, etc., etc., han figurado y figuran dignamente hijos de San Francisco. Los setenta y tantos maestros que, diseminados en diversos puntos del país prestan su contingente a la educación, revelan el espíritu de la población. 
Desde el punto de vista físico, nada hay más hermoso que San Francisco. Su plano accidentado le da todas las variedades pintorescas imaginables. Ya serranías que se elevan graciosas a los flancos, ya bosques de perenne verdor como la deliciosa región de «las palmeras» que Sarmiento recorrió en su adolescencia y de la cual dice: «La naturaleza de aquellos lugares ha dejado una profunda impresión en mi espíritu, volviéndome de continuo el recuerdo de las fisionomías de las personas, del aspecto de los campos y aun hasta el olor de la vegetación de aquellas palmeras con abanico y del árbol peje, tan vistoso y tan aromático». 
Al oriente de la población, a dos leguas de distancia, se desliza un río cuyo curso se interrumpe de cuando en cuando para dar lugar a la formación de múltiples Lagunas. Su lecho tortuoso, hace que el agua corra en mil formas caprichosas. Ya desciende de una gran altura con cascada que se abre en infinitos hilos cristalinos; ya cae en una hondura, o, en fin, se extiende mansamente en un hermoso lago. Son estos los baños de la Quebrada del Ramo, el balneario de San Francisco. Sus aguas de amarillo verdoso poseen virtudes medicinales. 
Como punto veraniego, San Francisco es insuperable. Su clima, su vegetación y más que todo su culta sociedad lo hacen el centro preferido por las familias de la capital puntana y de Buenos Aires.

Rosenda Quiroga
Caras y caretas. 22/03/1913, Nº 755, páginas 77 y 78. 


En julio de 1916, en el marco del centenario de la Declaración de la Independencia, escribió el siguiente texto dedicado al niño (extraído del libro "Rosenda Quiroga, su vida - su obra).
“TODO POR EL Y PARA EL” 
El niño!... ángel  terrenal,  flor que bordea el áspero sendero  de  la  vida,  aura  pura  que  con  sus  suavidades refresca los ardores del rudo batallar, iris de paz, rayo de luz, sonrisa mágica que disipa el abatimiento y anula el seño hosco que  imprimen  los  pesares,  rumor  vago que anuncia  la corriente, eterna floración a cuyo contacto se reaniman las fuerzas de la jornada, joya preciada, tesoro plástico, promesa del porvenir, capital del futuro, en depósito, cuyo  rendimiento  es  un  perpetuo  interrogante del  cual  debe  responder  el  encargado  de  hacerlo producir: el maestro. Por eso se ha dicho que en manos del educador está el porvenir de la patria; él hará del niño lo que será el hombre del mañana, de él depende el fracaso o el éxito, la mediocridad o la grandeza inmortal de la Nación.

Constante preocupación, objeto de desvelos es el niño en la actualidad y si en las olimpiadas del progreso el gladiador de la civilización se yergue en la palestra para ofrendar a la Patria el fruto de sus arduas luchas contra el analfabetismo y la ignorancia, bien merece de aquella el galardón de una modesta palma.

Así mismo, cierto es que múltiples factores de otro orden aúnan también su acción en obsequio del niño. El estadista, el gobernante, el legislador, el hombre de ciencia, el artista, el escritor, etc.  símbolos vivientes de dirección, inspiración y ayuda, en sus respectivas esferas, colaboran igualmente en la magna obra.

El Congreso del Niño -hermosa inspiración da la nota más saliente, el acto más relevante que condensa el concepto con que se mira al niño en el presente y las solicitudes, atenciones y direcciones que reclaman. 
Esta  noble iniciativa, sin romper la unidad coherente y equilibrada de la obra total, sin  dejar penetrar  las  ideas  nulificadoras  de  patria  salva  en  sus proyecciones  las  fronteras  argentinas  para requerir el concurso del pensamiento americano en obsequio del niño, invitación  amablemente  accedida,  pues  en  ese torneo,  obra  efectiva  de  cultura  con  que  se  honra  la Patria en su  fausto centenario, concurren los delegados con el aporte de sus luces y experiencias recogiendo a la vez  lo  que  puede  ser  aplicable  en  sus  respectivos países,  acentuando  así  el  ambiente  que  ha  de  hacer América para los americanos.

Loor a la Patria Argentina que en el concierto de las naciones pugna por vivir una vida llena y sobrepasar en las nobles luchas por la civilización, teniendo en vista en primer término, como seguro de éxito, la educación del niño de quien debe decirse lo que el Padre Eterno; “he aquí  a  mi  hijo  en  el  cual  tengo  puesta  todas  mis complacencias”.
Rosenda Quiroga


Texto de la gacetilla del mes de mayo de 1928 producida por la Escuela Normal de Maestros “Juan Pascual Pringles” (extraído de una publicación realizada el 24 de agosto de 2017 por la página de facebook “Feria Provincial del Libro”).
El Río Turbio 
Corre al NO de la sierra de San Luis y divide en dos “bandas” a la población de San francisco del Monte de Oro. 
¡Río Turbio! ¡Que imágenes terroríficas evoca su recuerdo! 
Desde los senos profundos de las quebradas precipitase con la violencia huracanada el torrente caudaloso proviene de las grandes lluvias veraniegas. 
Anunciase la crecida por el estrépito que producen los peñascos al dar vueltas y ser arrancados de sus cuencas milenarias y por el restallar de millones de cantos rodados “que suenan como innumerables carros de guerra arrastrados a toda carrera de indómitos potros”. 
Colocado el observador en un punto estratégico y dominante, puede gozar a la plenitud del espectáculo que ofrece este río en sus días de bravatas. 
Es un dragón, un monstruo que hincha el lomo y da corcovos formidables cuando alguna mole se cruza en el camino, como héroe que pretende oponerse al invasor. Lo embiste, lo derriba y arrojándolo a la orilla o precipitándolo en una laguna, lo deja ahí, como sintiera desprecio por el intruso que intenta detener su empuje. 
Árboles gigantescos arrancados de raíz; trozos de hacienda que flotan en su negra superficie, son los trofeos que ostentan de su lucha encarnizada con las resistencias al ímpetu de sus raudales. 
Brama, brama el monstruo por espacio de doce horas; no se fatiga en su incesante rodar, ¡y guay del temerario que intenta atravesarlo desafiando sus iras! Lo toma, lo envuelve, lo retuerce, lo muele, y cuando ha terminado su obra de maceración, lo arroja a la orilla, como un detritus, tirándole, de gracia, una manotada de arena en el rostro. 
Pero cuando las nubes que coronan las montañas de origen han dejado de vaciar sus cántaros, la furia declina poco a poco hasta que languidece se extingue, sin dejar de su existencia más señales que la mayor extensión de su lecho, ganado a tarascadas a la tierra laborable. 
“Oh, Río de los zorzales!En los frescos gramillalesTe canta el grillo burlón,Y sin precisa estaciónDonde frenar tus torrentes,Te vas con tus propios dientes,Comiéndote el corazón!... 
Cual viejo místico de luenga barba, en que los antiguos personificaban sus ríos, como un signo de trágica profecía, saca el pecho fuera de las ondas para imprecar al pueblo, diciéndole: “Cuidado, incauto mi gravidez os amenaza, contenedla!” 
Es de lamentar que tan formidable correntada, que por hoy solo constituye un espectáculo natural de sobrecogedora emoción y fiera belleza, no derive en una adquisición benéfica que haga de este pueblo un vergel y asegure el bienestar de sus habitantes. 
Si ese excesivo caudal de agua avasallador, destructor del huerto y la chacra, que se consume a la larga, estérilmente, fuera en parte contenida en un dique de embalse, tendríase resuelto el problema de vida prospera para San Francisco. 
El Río Turbio, llamado así por el color pasajero de sus aguas en épocas torrentosas, tornase a poco en una juguetona corriente, límpida y tranquila como la conciencia del justo. 
Sus riberas ofrecen paisajes de frescura la fronda de sus márgenes en un eterno facistol, donde la alada grey entona su sinfonía mañanera, en contrapunto con la rumorosa canción del agua. 
Bajo este aspecto, el Rio Turbio es decorativo, divide y orla el valle, y el puente que lo atraviesa rubrica el laudo de paz entre las dos Bandas. 

Rosenda Quiroga


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