El primer automóvil en San Francisco


En esta histórica fotografía de 1911 ha quedado registrado para la posteridad el primer automóvil que llegó a San Francisco del Monte de Oro (San Luis), siendo recibido por numerosos vecinos y curiosos. Se puede identificar a personalidades locales como el Sr. Cirilo Sergio Olmos, que no dudó en subir al “vehículo de carga” para la foto. En la calle se encontraban maestras como Rosenda Quiroga y Demofila Concha, quienes acompañaban a las alumnas de la Escuela Graduada de Niñas, que seguramente presenciaron un momento único e inolvidable.

Tarjeta postal conservada en Museo R. Q. (imagen restaurada).

Lo cierto es que el viaje desde la ciudad de San Luis hasta la localidad fue muy difícil, una verdadera hazaña. Si algo había quedado demostrado, era que todo proyecto de continuar haciendo este recorrido en el novedoso transporte se veía frustrado por el pésimo estado del camino. Para colmo una lluvia reciente había generado inmensos pantanos. En muchos puntos como El Barrial y Socoscora estaba casi intransitable.

Así lo pudo comprobar la delegación que viajó con motivo de los festejos organizados en conmemoración del primer centenario del nacimiento de Sarmiento, cuyos actos centrales se realizaron el 15 de febrero de 1911. “En todo el trayecto se halla cortado por profundas barrancas, las que sirven solo para poner a prueba la consistencia de los carruajes y las costillas de sus ocupantes”.

Según se denunciaba en la prensa, el mal estado general del carril se debía a la desidia de la Dirección General de Puentes y Caminos, que debía ocuparse de su mantenimiento. El 25 de febrero de 1911 un columnista de “La Reforma” manifestaba con pesar que “un industrial entusiasta y emprendedor, el señor Duflós, (…) vea fracasada su empresa por el abandono en que se mantienen caminos de un tránsito importantísimo”.

Los reclamos dieron frutos y un tiempo después el carril fue reacondicionado. Para mayo, el gremio de los carreros, por un lado, y los que viajaban en coche por el otro, con general aplauso pudieron ver a la cuadrilla de peones rellenar los incontables pozos y zanjas. Aún estaba fresco el recuerdo de meses anteriores, cuando se vieron obligados a estar parados cuatro o cinco días a la orilla de los arroyos hasta componer los pasos que las aguas habían destruido.

Lo cierto era que, como manifestaba un observador de aquel entonces: “estas cuadrillas no deben solo concretarse a rellenar con tierra y jarilla los pozos, es necesaria la construcción de obras de arte, alcantarillas, puentes, etc. que ofrezcan y garanticen estabilidad en las obras que se ejecutan. De lo contrario, la viabilidad será siempre un problema, entorpeciendo la comunicación fácil y rápida a los departamentos del norte de la provincia, que tanto necesitan caminos para su progreso y desarrollo”. 


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